ASIENTO
RESERVADO
La
educación cívica en el Perú es una cosa de locos, en los noventas se dictaba en
curso y para el 2000 desapareció como por arte de magia. Nadie sabe la razón de
la ausencia y no fue por haber aprendido la lección. Nuestro civismo esta por los suelos en líneas
generales. No pensamos en los demás, siempre buscamos nuestra propia
conveniencia. Son muy pocos los buenos ciudadanos de la gran Lima. El civismo
se fue al tacho y sobre todo en las reglas de tránsito y el transporte urbano.
La
cultura combi nos invade pero olvidándose de la urbanidad y buenos modales. La
sociedad se junta en el paradero y en el micro presentando un panorama desolador.
Se encoje lo bueno predominando lo malo. Murió la caballerosidad y triunfó la
vulgaridad. Eso de las damas y nos niños primero está en el olvido.
Mi
barriga de embarazada no fue pequeña, así que si subía a algún micro era obvio
que necesitaba el asiento reservado. No hacía falta preguntar. Sin embargo
muchas veces era invisible. De repente
no use mucha ropa de embazada que me delatara, pero mi panza aun así se notaba.
Creo que necesita un cartel. O mejor aún, tenía que gritarlo a los cuatro
vientos. Bebé que no llora no mama, dice el dicho, y yo lloraba por una asiento
vacío.
En el
transporte público limeño me toco de todo: en algunos muy educados, me daban el asiento a la primera, en otros el
cobrador obligaba a que me den el asiento, algunas veces era un pasajero el que
obligaba al cobrador a que me dieran el asiento y también me toco micros en
donde nunca me dieron el asiento.
Ahora
que estoy con mi bebita en brazos, ¿seguiré siendo invisible? ¿Me darán el
asiento reservado? Curso de educación cívica obligatorio para todos por favor.
Mejor me voy a pie. Bajo por favor. Pie derecho me dice. ¡Qué horror!