domingo, 29 de julio de 2012


TIEMPO DE OLVIDO

Vivo pegada al calendario, soy una adicta total a la agenda, escribo diarios hace mucho, en fin siempre estoy ordenando y controlando todo lo que hago. Tengo un estricto control del tiempo: sé que es lo que debo hacer cada hora del día. No se me escapa nada. Y si eso ocurre, si alguien o algo cambia mis planes, entro en crisis total.

No me gusta mucho la gente improvisada, los que no tienen planes hechos de ante mano. Confieso que me desesperan un poco los olvidadizos y los que están esperando algo, a ver qué pasa. Yo prefiero tener siempre algo que hacer: subir, bajar, ordenar, arreglar, ir, venir, buscar, comprar, pagar, caminar, hacer todo con mi cronograma al lado.

Que algo se me olvide de mi lista de actividades es impensable. Que alguien no cumpla con lo planeado es fastidioso. Pero qué ocurre si la olvidadiza soy yo... ¡Horror!

Nuevamente tengo que tragarme mis críticas a mis queridos olvidadizos por culpa de las hormonas del embarazo. Estoy fatal. Volada total. Me olvidé de la lavandería, me olvidé de pagar una cuenta, no recordé sacar la cita con el doctor y hasta dejé plantada a una querida amiga un día.

Dejé la hornilla de la cocina prendida con el guiso ya listo, me olvidé el celular en la casa, no recordé donde estaba la mochila verde,  no encuentro mis llaves, no tomo las pastillas y todo se me pasa. ¿Es qué acaso me transforme? ¿Me quedaré así para siempre?

Si querida,  te has transformado, tu cuerpo ha cambiado. Sientes que algo se mueve dentro de ti y eso te hace tan feliz que se abstraes completamente del mundo y entras en un estado de felicidad absoluto. Vas a ser mamá y no te importa lo demás. Adiós al reloj. Bienvenida maternidad. 


sábado, 21 de julio de 2012


NATACIÓN

Últimamente hay una tendencia constante hacia la vida saludable. Estamos rodeados de ofertas de gimnasios, avisos de cursos de yoga y pilates entre otras maravillas. Los reportajes en la televisión enumeran los beneficios del ejercicio físico y “quien tenga oídos que oiga”. Yo casi siempre estoy sorda…y gorda. Solo en vacaciones de verano se me destapan las orejas y escucho una voz a lo lejos que me dice “preocúpate por tu salud”

Es así como cada verano, por culpa de esa voz, me matriculo sin ganas ni convicción en el gimnasio de moda. He estado en todos, los chicos y los grandes; los de barrio y los con muchas sucursales; sola y acompañada, pero nada. Siempre pago para ir todo el verano y nunca llego a las dos semanas de asistencia. Plata al agua.

Pero lo que si me ha dado resultado en tres ocasiones es el agua. Amo nadar. Me encanta ir a la piscina a clases de natación. No nado bien pero tampoco nado mal. Me relaja, me libera. A penas vuelve el sol a Lima, empiezo a buscar piscina. La que está más cerca, la que está de oferta.

Este verano busque piscina desde diciembre, pero el día que me iba a matricular, mi salud me lo impidió. El mes de enero reventaba de gente y un cachuelo de verano me dejó sin horario. Pero febrero era el mes. Y yo necesitaba nadar más que nunca. Tenía doble motivo. Personal y maternal. Escuche la voz y seguí su consejo. No salí del agua hasta que el sol se fue, de este último, largo e inusual verano.

El horóscopo chino dice que el 2012 es el año del dragón de agua y yo me pase mis primeros meses de embarazo sumergida en ella. Nade de tarde y de mañana. Nadaremos mí querido bebé, nadaremos. 

sábado, 14 de julio de 2012


ADIOS CORTICOIDE

Hace más de treinta años que tengo una relación complicada, de amor y de odio a la vez. Una relación que me ha traído más inconvenientes que oportunidades. Desde los tres años soy alérgica,  por lo que mis pulmones dependen de varias medicinas para no sufrir. Y todos mis colegas asmáticos alérgicos saben de lo que estoy hablando: nariz siempre mocosa, sobre todo en las mañanas, tos irritante, agitación general con la primera risotada y ese indeseable silbidito de pecho.

Por lo tanto la receta es obvia: miles de pastillas desde niña, que aprendí a tomar hasta de tres en tres, jarabes broncodilatadores de muchos sabores y como ingrediente principal mis queridos inhaladores. Uno de los componentes de este maravilloso sancochado farmacéutico es el corticoide; el que hace bien a los pulmones pero te mata el estómago y todo lo que puede a su paso. Las contraindicaciones de esta sustancia son cuantiosas y es el mayor objeto de mi odio. Pero con el tiempo, me acostumbre a todos mis remedios, e incluso llegue a quererlos un poquito porque dependía de ellos.

Alguien me había dicho alguna vez que me iba a curar del asma cuando salga embarazada. Eso creó mucha expectativa en mí. Pero la cosa no era tan fácil, durante el embarazo una no puede tomar ningún tipo de medicamentos. ¿Qué iba a hacer nueve meses sin mis inhaladores? ¿Cómo podría sobrevivir sin ellos en el húmedo invierno limeño? Lo primero que hice luego de confirmar mi embarazo fue llamar a mi neumólogo. Él me dijo fuerte y claro: “Desde este momento deja todos los inhaladores hasta nuevo aviso” Como era verano no hubo mayor problema. Y ya sabes lo que dice el dicho “agua que no has de beber, déjala correr” por lo que guarde todos mis cotidianos remedios e incluso regalé algunas pastillas y doné algunos jarabes.

Espero que con mi embarazo se haya terminado mis tres décadas de asmática y que esta alergia del mal no vuelva más. Me siento muy bien para estar en pleno invierno y me he olvidado de los inhaladores casi por completo. Me despido aquí de mis años de asma y le doy la bienvenida a mis años como mamá feliz. Respiro profundo. Ahh!!! 

viernes, 6 de julio de 2012


TECNOLOGÍA DE PUNTA

Soy una negada para la tecnología. Soy tan vieja, que en el colegio lleve curso de mecanografía antes de llevar computación. Probablemente soy la presidenta de los inmigrantes digitales. Quizá por falta de interés. Tal vez por extrema comodidad ya que tengo un experto en tecnología a mi lado. El caso es que la tecnología y yo no nos llevamos muy bien. La persigo contantemente y cuando logro alcanzarla, ella ya me volvió a superar.

No niego que sea de gran ayuda y que actualmente no podemos vivir sin ella. No podría ejerceré mi labor como profesora sin mi querida laptop o sin la ayuda de Google; solo por nombrar un par de grandes herramientas de estos tiempos. El caso es que al final del verano amé e idolatré la tecnología al punto de dar gracias al cielo por ella.

Después de la semana once de embarazo mi doctor me indicó hacerme una ecografía. Me dijo que era una ecografía muy importante y me sugirió un lugar en Jesús María para hacerla. Como “donde manda capitán no manda marinero” obedecí sin chistar. Coordine con mi esposo y fuimos el sábado a acatar la indicación del médico. Novatos en estos asuntos, todo nos tomó por sorpresa, pero no podíamos dar marcha atrás. Luego de esperar un buen rato, entramos a la sala donde se realizaría la ecografía. Especialista y enfermera dieron las indicaciones. Yo más ansiosa y nerviosa que de costumbre, no lograba entender nada.

Grande fue la sorpresa cuando en la pantalla a pareció la imagen más bella que una madre se puede imaginar. Con solo once semanas de embarazo yo veía una naricita, la cavidad de sus ojitos, su barriguita y sus bracitos; y todo, todo lo que los avances en tecnología, en esa ecografía en tercera dimensión me mostró esa mañana era increíble, perfecto, único, maravilloso y soñado. 

domingo, 1 de julio de 2012


VER PARA CREER

Eso dijo Santo Tomás. No creyó en lo que decían los emocionados discípulos. Ellos gritaban a voz en cuello que Jesús estaba de nuevo con ellos, pero como Tomás no estaba, no vio, no creyó, y pagó muy cara su duda. Yo también pague mucho por lo mismo. Tenía en mi poder una prueba de embarazo con resultado positivo, pero creía que estaba soñando. Necesitaba más pruebas. Con nerviosismo y ansiedad fui por mi segunda prueba. Ansiedad porque deje de dormir desde ese día por temor a despertar del sueño y que alguien me diga que todo era mentira; y nerviosismo porque ese lunes camino a la segunda prueba me caí de rodillas por mirar al cielo para seguir soñando.

En menos de 20 minutos que parecieron 20 horas, la amable enfermera tenia listo mi resultado del análisis de sangre. Un sobre cerrado que decía si realmente estaba embarazada. Cual habrá sido mi cara de emoción que la señorita en cuestión no espero a que yo abriera el sobre. Me dijo de frente y sin pausa, -es positivo señora- Me quede pasmada. Inmensamente feliz. Con solo un pie fuera del consultorio, llame a mi esposo para confirmar la noticia. Él sin respirar comunicó la noticia a toda la familia, y no se olvidó de nadie, se enteraron en EE. UU. y en Europa.

La masificación de la noticia me hizo entrar en pánico, llenándome de dudas. Me acorde de Tomás. Necesito ver. Solo si veo, creo. Vamos al doctor, quiero una ecografía. Tuve que controlar mis temores durante una semana, no había cita. La noticia seguía avanzando como el correcaminos por culpa de un par de afortunados y ocurrentes comentarios en las redes sociales. Llegó el día de ir a la clínica. El examen era de alto costo, súper incomodo pero indispensable. No le quite la mirada de encima a mi esposo. Sus ojos me daban seguridad. En breve la pantalla nos mostró un pequeño puntito dentro de una bolsita. El bebé estaba ahí, estaba bien acomodado, estaba perfecto, tal y como lo había soñado. Dichosos los que creen sin ver.