sábado, 21 de julio de 2012


NATACIÓN

Últimamente hay una tendencia constante hacia la vida saludable. Estamos rodeados de ofertas de gimnasios, avisos de cursos de yoga y pilates entre otras maravillas. Los reportajes en la televisión enumeran los beneficios del ejercicio físico y “quien tenga oídos que oiga”. Yo casi siempre estoy sorda…y gorda. Solo en vacaciones de verano se me destapan las orejas y escucho una voz a lo lejos que me dice “preocúpate por tu salud”

Es así como cada verano, por culpa de esa voz, me matriculo sin ganas ni convicción en el gimnasio de moda. He estado en todos, los chicos y los grandes; los de barrio y los con muchas sucursales; sola y acompañada, pero nada. Siempre pago para ir todo el verano y nunca llego a las dos semanas de asistencia. Plata al agua.

Pero lo que si me ha dado resultado en tres ocasiones es el agua. Amo nadar. Me encanta ir a la piscina a clases de natación. No nado bien pero tampoco nado mal. Me relaja, me libera. A penas vuelve el sol a Lima, empiezo a buscar piscina. La que está más cerca, la que está de oferta.

Este verano busque piscina desde diciembre, pero el día que me iba a matricular, mi salud me lo impidió. El mes de enero reventaba de gente y un cachuelo de verano me dejó sin horario. Pero febrero era el mes. Y yo necesitaba nadar más que nunca. Tenía doble motivo. Personal y maternal. Escuche la voz y seguí su consejo. No salí del agua hasta que el sol se fue, de este último, largo e inusual verano.

El horóscopo chino dice que el 2012 es el año del dragón de agua y yo me pase mis primeros meses de embarazo sumergida en ella. Nade de tarde y de mañana. Nadaremos mí querido bebé, nadaremos. 

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