NAUSEAS
Amo la
comida. Amo comer y cocinar. Debo confesar dos pecados en relación a esto; el
primero soy una comensal exquisita, no como de todo, sólo lo más rico; y el
segundo, tengo varios años con varios kilos de sobrepeso.
Es
probable que luego de una comilona con las amigas, tenga un poco de pesadez en
el estómago. La conversación y las risas estereofónicas no permiten que uno sea
consciente de lo que come, ingiriendo todo lo que está en la mesa sin
distinción. Entonces no es raro que el martes me duela un poquito la barriga.
Lo realmente raro fue que llegó el miércoles y seguía mal; ya era jueves y el
malestar se presentaba sobre todo en las mañanas; el viernes tenía un rechazo
total a las comidas; y para el sábado la extraña sensación de hambre y odio a la comida con nauseas hasta pasado el mediodía, era insoportable.
Después
de cinco días de este extraño comportamiento de mi cuerpo, recordé que hacía
más de quince días que no me venía mi periodo menstrual. Entonces me animé a
soñar. ¿Será que por fin, luego de tanta espera, quizás, tal vez, sea posible
de que….? No quise terminar la frase. No pude terminar la frase por culpa
de las náuseas.
Animada
por mi esposo y por una amiga que literalmente me gritó por teléfono para que
lo hiciera, fui a la farmacia por una prueba casera de embarazo. No quería
hacerme la prueba, no iba a soportar un resultado negativo. Pero como “la
curiosidad mato al gato” compré el test. De la bolsa no salió, fue directo al
cajón y ahí durmió.
Luego
de un par de días de sueño en el cajón y medio pisco sour de valor, la mañana
del domingo era la mañana del día D. La prueba dió positivo. La felicidad nos
invadió. Mi esposo decía que lo que
sabía, que lo presentía, que era muy raro que yo no quisiera cocinar ni
siquiera acercarme a la cocina. Tendría poco apetito y nauseas las próximas semanas,
pero todo estaba bien, muy bien.