MAFALDA Y SUSANITA

Así como adoraba a Mafalda, me desesperaba Susanita. Me parecía demasiado chismosa y superficial. Pero lo que más me irritaba de ella era su aburrido monólogo sobre esposo e hijitos. No entendía su afán matrimonial, en donde buscaba al marido ricachón para que le solucionara la vida. Su sueño era absurdo frente al de Mafalda que buscaba ser traductora en la ONU para lograr la paz mundial. Pero ella era parte de la historia y Mafalda, pese a que ella era una “papa frita”, la quería como amiga.
La vida
da vueltas, y la frase de viejas que dice “no escupas al cielo porque después
te cae” se cumplió cuando mi reloj biológico entró en escena. Mafalda quería ser
Susanita. Comencé a sentir desesperadamente la necesidad de casarme, de tener
muchos hijitos y formar una familia yaaa! Acosé durante meses o años a mi
enamorado hasta que por amor y por cansancio acepto el tema del matrimonio.
Luego del noviazgo y de la celebración de la boda volví a la carga con el tema de los hijos. Quería
cumplir con todos los mandatos de Susanita: el marido, la casa y los hijos. La
pobre Mafalda había quedado en el olvido y no podía seguir viviendo solo con el
dibujo animado del pájaro loco ni escuchando a los Beatles en su “long play”. Vengo
persiguiendo a mi esposo un poco más de tres años con el tema de los críos y
creo que por fin me hizo caso.
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