viernes, 22 de junio de 2012


NAUSEAS

Amo la comida. Amo comer y cocinar. Debo confesar dos pecados en relación a esto; el primero soy una comensal exquisita, no como de todo, sólo lo más rico; y el segundo, tengo varios años con varios kilos de sobrepeso.

Es probable que luego de una comilona con las amigas, tenga un poco de pesadez en el estómago. La conversación y las risas estereofónicas no permiten que uno sea consciente de lo que come, ingiriendo todo lo que está en la mesa sin distinción. Entonces no es raro que el martes me duela un poquito la barriga. Lo realmente raro fue que llegó el miércoles y seguía mal; ya era jueves y el malestar se presentaba sobre todo en las mañanas; el viernes tenía un rechazo total a las comidas; y para el sábado la extraña sensación de hambre y odio a la comida con nauseas hasta pasado el mediodía, era insoportable.

Después de cinco días de este extraño comportamiento de mi cuerpo, recordé que hacía más de quince días que no me venía mi periodo menstrual. Entonces me animé a soñar. ¿Será que por fin, luego de tanta espera, quizás, tal vez, sea posible de que….? No quise terminar la frase. No pude terminar la frase por culpa de las náuseas.

Animada por mi esposo y por una amiga que literalmente me gritó por teléfono para que lo hiciera, fui a la farmacia por una prueba casera de embarazo. No quería hacerme la prueba, no iba a soportar un resultado negativo. Pero como “la curiosidad mato al gato” compré el test. De la bolsa no salió, fue directo al cajón y ahí durmió.

Luego de un par de días de sueño en el cajón y medio pisco sour de valor, la mañana del domingo era la mañana del día D. La prueba dió positivo. La felicidad nos invadió. Mi esposo decía que lo que  sabía, que lo presentía, que era muy raro que yo no quisiera cocinar ni siquiera acercarme a la cocina. Tendría poco apetito y nauseas las próximas semanas, pero todo estaba bien, muy bien. 

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